Detrás de un gran artista siempre hay un gran maestro

Uno de los recuerdos más fuertes que Eusebio Leal guardaba en su memoria era del día en que su primera maestra falleció. Ella le enseñó las primeras letras y le marcó el acceso a los libros. Habían pasado muchos años y el historiador de La Habana aún la recordaba, cuartilla en mano, en aquella aulita donde se sentaban los niños en banquitos de madera.

Dicen que los profesores mueren solo en una dimensión física. Los alumnos, su cuerpo y su ser, son la prueba viviente del terreno esculpido y moldeado por unas manos de antaño. Para aquellos que se dedican al mundo del arte, además, son muchas veces los culpables de encontrar y hacer germinar el talento. Un profesor tiene el poder de encontrar en unas manos pequeñas la poesía de un genio.

Cuando era un niño José Luis Cortés iba a estudiar violín, pero suspendió las pruebas de acceso, así que Guillermo Pedroso, quien es hoy director de la Camerata de Flautas Cortés, le dijo que estudiara la flauta que era el “instrumento de los dioses”. Según cuenta el Tosco, ese instrumento no le gustaba, pero su maestro Emigdio Mayo compraba en cada clase un pan con jamón y queso y el que mejor tocara se llevaba el premio. “Gracias a ese incentivo empecé a estudiarla”, confesó después uno de los fundadores del tren de la música popular cubana, distinguido flautista y conocido por ser un eterno maestro.

“Lo más triste –dijo Cortés- es llevarse con uno las enseñanzas aprendidas. Lo más rico es ver a alguien que tu enseñaste ejerciendo. Es una de las cosas más lindas que le pueden suceder a un músico”. Hay maestros que son hijos de sus maestros.

Aurora Basnuevo, por ejemplo, fue al jardín de infantes mucho antes de la edad requerida, porque su padre le alquilaba la casa a una profesora que la comenzó a llevar. Aprendió a leer y escribir con tres o cuatro años y cuando triunfó la Revolución cogió lápiz y papel y se fue a enseñar ella también. Tenía un aula por la mañana, otra por la tarde y una última por la noche. Hay maestros que son hijos de la confianza.

Carlos Acosta llegó a la Escuela Nacional de Ballet cuando aquella, a quien algunos llaman su Hada Madrina, la profesora Ramona de Sáa, lo sacó de la Escuela Provincial en Pinar del Río. Más tarde, para alejarlo de su complicado mundo familiar, lo llevaría al Teatro Nuevo de Turín, donde hizo su debut profesional aún sin graduarse.

Más tarde, el profesor Miguel Cabrera lo ayudaría a bailar en el Teatro Teresa Carreño, de Caracas, y le vaticinaría, como jurado en su graduación, el gran futuro que le aguardaba. Años después, Acosta le dedicaría una función en un espectáculo madrileño. Hay maestros que son padres.

Un profesor tiene el poder de encontrar en unas manos pequeñas la poesía de un genio. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

Otros guardan el rigor y la disciplina de aquellos, cuyo carácter, no les dejó ver nunca siquiera una sonrisa. Chucho Valdés aprendió a los cinco años el solfeo, la teoría y a tocar el piano, de la mano de Oscar Muñoz Bufaltiques, autor de “Songo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé”.

“Era un buen compositor, pero lo único que yo le tenía mucho miedo, porque yo creo que a Bufaltiques, cuando nació, la mamá, en vez de darle el pecho, le dio un vaso de limón. Nunca se rió, y cuando decía que todo estaba bien nos decía: ¨´Está bien´. La máxima expresión de alegría y de regocijo, era ´Está bien´. ¡Imagínate cuando te equivocabas!”, contó el reconocido pianista cubano. Con él Valdés tuvo su debut a los nueve años, con una sonatina de Beethoven y la Sonata en Do de Mozart.

Otros encontraron un espejo en el que mirar la enseñanza. Coralia Veloz nunca estudió actuación, pero afirma, sin temor a equivocarse, que Margarita Balboa y Gina Cabrera fueron sus maestras. Una escuela que vivió primero a través de la televisión y luego compartiendo escena junto a ellas. “Las veía como se proyectaban, todo lo que decían y así aprendí”. Hay maestros que lo son y no lo saben.

Más de 4 000 estudiantes de arte en Cuba y 1 500 docentes reanudaron sus actividades escolares hace unos meses. Durante la pandemia, 30 profesores de la educación artística impartieron clases por televisión. La cultura ayudó a un mundo confinado a resistir la peor crisis que ha vivido la humanidad en un siglo. Dentro de las casas, unos veíamos televisión y otros bailaban y escuchaban música. Dentro, otros seguían enseñando y esculpiendo el talento.

“Porque no hay oficio más bello en el mundo que el de enseñar a otros, lo que pasa es que no hay guía de ciegos. Para poder guiar hay que ver, y para poder dar hay que tener. Porque nadie da lo que no tiene”, dijo Eusebio Leal una vez. En el Día del Educador Cubadebate felicita a todos los profesores cubanos y les dedica esta selección de fotografías, en especial, a aquellos que se dedican a hacer arte, en el aniversario 60 de las primeras escuelas de arte creadas por la Revolución.

Para poder guiar hay que ver, y para poder dar hay que tener. Porque nadie da lo que no tiene. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

Durante la pandemia, 30 profesores de la educación artística impartieron clases por televisión. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

Más de 4 000 estudiantes de arte en Cuba y 1 500 docentes reanudaron sus actividades escolares hace unos meses. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

Porque no hay oficio más bello en el mundo que el de enseñar a otros. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

Más de 4 000 estudiantes de arte en Cuba y 1 500 docentes reanudaron sus actividades escolares hace unos meses. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

Cuba es arte. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

Más de 4 000 estudiantes de arte en Cuba y 1 500 docentes reanudaron sus actividades escolares hace unos meses. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

Cuba es arte. Foto: Yusmilis Dubrosky / Cubadebate.

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