Científicos descubren el misterioso caso de las jirafas enanas

El enanismo es un trastorno poco conocido entre los animales salvajes, quizá porque las criaturas que lo padecen no suelen llegar a la edad adulta. Por este motivo, el hallazgo de dos jirafas enanas documentadas hace cinco años en Uganda y Namibia, a más de 3 000 kilómetros de distancia la una de la otra, causó un cierto revuelo y un gran interés entre la comunidad científica.

Ahora dos investigadores de la Fundación para la Conservación de las Jirafas acaba de comprobar que estos pequeños ejemplares sufrían de displastia esquelética, un trastorno muy conocido en humanos pero que es la primera vez que se documenta en estos animales. Los expertos intentan averiguar ahora las causas de esas insólitas deformaciones, y si estas tienen algo que ver con la disminución de las poblaciones de estas especies.

Condiciones normales

Por lo general, una cría de jirafa madura por completo entre los seis y los ocho años de edad, momento en el que alcanza una altura que puede oscilar entre los 4 y los 6 metros de altura. Pero los ejemplares encontrados hace cinco años eran mucho más pequeños. La primera de ellas, localizada en el Parque Nacional de las Cataratas Muchison, en Uganda, es una jirafa de Nubia (Giraffa camelopardalis camelopardalis).

Fue fotografiada en diciembre de 2015, aunque por aquella fecha no se había qué tipo de malformación tenía. Sus descubridores se dieron cuenta de que a pesar de sus cortas patas presentaba un cuello más largo de lo normal para ser una cría, por lo que dedujeron que debía de ser un adulto aquejado de alguna dolencia o trastorno.

Los investigadores encontraron este espécimen de jirafa de Angola “Giraffa camelopardalis angolensis” en Namibia. Foto: ©Emma Wells, GFC

El espécimen hallado en Namibia, bautizado con el nombre de Nigel, era un ejemplar de Jirafa de Angola (Giraffa camelopardalis angolensis) con una malformación similar, aunque presentaba un aspecto algo más proporcionado.

Los biólogos conservacionistas Michael Butler y Emma Wells, de la Fundación para la Conservación de Jirafas, con sede en Namibia, realizaron un seguimiento exhaustivo a estos ejemplares durante más de dos años y estudiaron detenidamente sus particulares morfológicas a partir de datos y fotografías tomadas en su entorno salvaje. Llevaron a cabo comparaciones a través de de técnicas fotogrametría y morfogrametría, (midiendo y comparando las proporciones de los distintos ejemplares a través de fotografías) y publicaron sus conclusiones en la edición de diciembre de la revista científica BMC Research Notes.

“Los casos de animales salvajes con este tipo de displasias esqueléticas son extraordinariamente excepcionales —afirma el doctor Michael Brown, autor principal del estudio—. Es otra vuelta de tuerca interesante en la historia única de las jirafas en estos ecosistemas diversos”.

El descubrimiento de una jirafa extraña

“Si bien el granjero de Namibia había visto a Nigel con regularidad a lo largo de los años, fue solo después de nuestras observaciones que se dio cuenta de que no era un ejemplar juvenil, sino un macho jirafa adulta”, afirma Emma Wells, quien advirtió que esta diferencia de estatura es perfectamente perceptible cuando se la compara con otros ejemplares.

En un examen detenido concluyeron que la jirafa de Nubia presentaba unas falanges de 21 centímetros de longitud, similar a un ejemplar subadulto, una característica que también se daba en la jirafa de Angola, aunque esta contaba con unos 15 meses de edad.

Ambos ejemplares, según los científicos, contaban además con huesos metacarpianos y del radio de menor tamaño a lo que se esperaba para sus correspondientes edades. Curiosamente, la jirafa de Nubia también tenía un un cuello más largo de lo normal, lo que contrastaba todavía más con sus patas más cortas.

Las displasias esqueléticas, explican los expertos, pueden ser causadas por un conjunto diverso de etiologías moleculares y pueden manifestarse en diferentes formas, en función de si afecta a toda o solo a una parte de una extremidad.

Hasta la fecha esta anomalía se había descrito en animales domésticos o en cautividad, aunque rara vez ha sido documentada en la fauna salvaje, más allá de un caso de ciervo rojo encontrado en Escocia o un elefante asiático macho aquejado de enanismo desproporcionado descrito en el Parque Nacional Uda Walwe, en el sur de Sri Lanka.

Explicación genética

Jirafa de Nubia fotografiada en Uganda el 2 de marzo de 2017. Foto: ©Michael Brown, GCF

Una vez detectada las causas de las malformaciones, cabe preguntarse por sus causas. Según el estudio científico, los casos documentados de dislapsia en animales cautivos se habían asociado hasta la fecha con episodios de endogamia y con falta de diversidad genética. Sin embargo, los autores del estudio compararon los datos genéticos de estas especies, de las que documentaron que tenían unos índices de endogamia relativamente bajos.

Además, no detectaron ninguna otra jirafa del entorno que tuviese unas malformaciones esqueléticas similares. Otra de las hipótesis era que el enanismo estuviera relacionado con un menor índice de supervivencia, una opción poco probable, según el estudio pues ambos ejemplares habían superado el primer año de vida, algo que solo consiguen, según apuntan los expertos del estudio, un 66% de la población de estos animales.

Hasta la fecha, los científicos solo pueden concluir que estos dos casos de displasia esquelética tienen una base genética natural, igual que ocurre en otras especies, entre ellas la nuestra.

“Nuestra principal hipótesis es que estos casos de enanismo están relacionados con algún extraño fenotipo —afirma Brown a National Geographic España—. Hay algunos trastornos del desarrollo esquelético que pueden estar asociados con condiciones ambientales, nutrición, lesiones o traumatismos, pero dado que algunas de estas proporciones de las extremidades son más cortas de lo que podríamos esperar, incluso en los casos de las crías, sospechamos que estos rasgos pueden tener su origen en algún tipo del trastorno del desarrollo prenatal, una hipótesis que intentaremos corroborar con ayuda de estudios genéticos”, concluye el experto.

(Tomado de National Geographic)

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