Fidel, presencia y legado en Las Tunas

Las Tunas se erige como un testimonio viviente del impacto transformador del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Sus visitas a esta región no fueron meras paradas en una agenda de trabajo, sino momentos de profunda conexión y compromiso con el pueblo tunero. Fidel, con su presencia imponente y su visión revolucionaria, sembró en esta tierra semillas de esperanza y progreso, que florecen hasta hoy.

Desde su primera visita en enero de 1959, cuando cruzó por Victoria de Las Tunas al frente de la Caravana de la Libertad, dejó claro que su liderazgo no se limitaría a los grandes centros urbanos. En cada visita, ya fuera para supervisar la recuperación tras el ciclón Flora en 1963 o para celebrar los logros de la Zafra del Pueblo en 1965, Fidel se mostró como un líder cercano, dispuesto a laborar junto a los trabajadores y campesinos.

Uno de los momentos más emblemáticos fue su visita en 1981, cuando clausuró el acto central por el XXVIII Aniversario del Asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. En esa ocasión, su discurso resonó como un llamado a la unidad y al esfuerzo colectivo, inspirando a los tuneros a superar cualquier adversidad. Fidel no solo inauguraba fábricas y centrales azucareros; abría también una nueva era de desarrollo y autoconfianza para la provincia.

Su última visita pública a Las Tunas, el 26 de julio de 1997, quedó grabada en la memoria del terruño como un símbolo de su legado perdurable. Aquel día, el saludo con el puño en alto y su mirada firme hacia la multitud evidenció décadas de lucha y sacrificio. Su mensaje era claro: la Revolución había cumplido con su promesa de justicia social y desarrollo económico.

FIDEL EN LA CULTURA TUNERA
La figura de Fidel Castro Ruz dejó una huella indeleble en la cultura tunera y en el movimiento intelectual de la provincia. Su influencia no solo se percibe en las transformaciones sociales y económicas, sino también en ese ámbito, donde su legado sigue vivo y vigente.

Desde el triunfo de la Revolución en 1959, Fidel promovió una política inclusiva y transformadora. Su visión de una cultura accesible para todos los cubanos se materializó en múltiples iniciativas que fomentaron la participación activa de la población en la vida del país. En Las Tunas se tradujo en la creación de instituciones culturales, la promoción de las artes y el apoyo a los intelectuales y artistas locales.

Uno de los momentos más significativos fue la inauguración de la Plaza de la Revolución Mayor General Vicente García Gonzáles en 1997, durante la última visita del Comandante junto al artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, referente en la pintura hispanoamericana. Esta celebración no solo marcó un antes y un después en el arte tunero, sino que también simbolizó el compromiso del líder revolucionario con el desarrollo del patrimonio cultural de la región. La plaza se convirtió en un espacio de encuentro para la comunidad, donde se celebran eventos y se rinde homenaje a la historia y las tradiciones.

Su discurso “Palabras a los Intelectuales” en 1961 sentó las bases para una política cultural que valoraba la libertad de expresión y la creatividad artística, siempre en consonancia con los principios revolucionarios. Este enfoque permitió que los intelectuales tuneros encontraran un espacio para desarrollar su obra y contribuir al enriquecimiento las costumbres y tradiciones de la provincia.
La creación de la Universidad de Las Tunas y la implementación de programas de desarrollo comunitario son ejemplos concretos de cómo las ideas de Fidel se materializaron en la provincia. Estas iniciativas no solo han formado a generaciones de profesionales en el ámbito cultural, sino que también han fomentado la investigación y la preservación de lo que distingue hoy al pueblo tunero.

El legado del líder de la Revolución en Las Tunas se manifiesta en la vitalidad de su vida cultural. Festivales de música, danza y teatro, así como exposiciones de artes visuales y en la literatura, son testimonio de una comunidad que ha abrazado la cultura como un pilar fundamental de su identidad.


DESPEDIDA Y COMPROMISO DE PUEBLO

El 25 de noviembre de 2016, marcó la partida física del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz. Su adiós representó el fin de una era y dejo una herida en el alma de Cuba que el tiempo no sabría cómo sanar. Pero el 2 de diciembre, una fecha cargada de simbolismo por el desembarco del yate Granma, Las Tunas se preparó para recibir los restos del líder histórico en un acto de despedida que quedaría grabado en la memoria.

Aquella mañana, Las Tunas despertó bajo un día distinto, con un ambiente que no pasaba indiferente ante la fecha, como si la naturaleza misma compartiera el dolor del pueblo. Desde las primeras horas, una multitud se congregaba a lo largo de la carretera central, preparándose para recibir las cenizas del hombre que había marcado sus vidas. La noticia de su partida había dejado a la nación en un estado de conmoción y dolor.

Cerca de la 1:00 p.m., se sintió en el aire una mezcla de solemnidad y congoja, había hecho entrada en la ciudad la caravana. El murmullo de la multitud era un lamento silencioso, interrumpido solo por los sollozos de aquellos que, incapaces de contener su pena, dejaban escapar lágrimas que narraban historias de propias. Las Tunas, con sus calles empedradas y su gente sencilla, se convirtió en un epicentro de emociones desbordadas.

Fotos cortesía de Reynaldo E. López Peña

Aquella caravana, diseñada para seguir un protocolo estricto, se convirtió en una manifestación del amor y respeto del pueblo. La multitud, lejos de ser un espectador pasivo, rompió todos los estatutos posibles. Las barreras entre líder y pueblo se desvanecieron. Los tuneros no solo estaban ahí para despedir a un comandante; estaban ahí para apropiarse de su memoria, para hacer suyo cada momento de la despedida.

Entre la multitud, se podían ver rostros de todas las edades. Un niño pequeño, de no más de seis años, sostenía con fuerza la mano de su madre, sin comprender del todo la magnitud del momento, pero sintiendo en su pequeña alma la tristeza que lo rodeaba. Al lado, una anciana con el rostro curtido por los años y las memorias, dejaba caer lágrimas silenciosas, cada una de ellas un tributo a las décadas vividas al lado de un hombre como Fidel.

La caravana avanzaba lentamente, el sonido de los motores apenas audible sobre el murmullo constante del pueblo. Las personas extendían las manos, como si al tocar el aire que lo rodeaba pudieran aferrarse a una parte de su espíritu. Había quienes llevaban consigo fotos amarillentas por el tiempo, otras personas alzaban banderas descoloridas pero llenas de significado.

Periodistas, escritores, artistas e intelectuales buscaban capturar la magnitud del momento, se esforzaban por encontrar las palabras adecuadas, sabiendo que ningún relato podría hacer justicia a aquella despedida.

El dolor era palpable, una corriente que electrificaba a todos por igual. No importaba el estrato social, la edad o las experiencias vividas. En ese momento, todos eran cubanos, todos eran una sola fibra trenzada por la pena y el orgullo. La caravana, en su lento recorrido, no solo transportaba los restos de Fidel. Llevaba consigo la historia de una nación, el eco de las palabras que inspiraron revoluciones y sueños, el peso de las decisiones que cambiaron destinos.

Cuando la caravana finalmente dejó Las Tunas, se llevó consigo algo más que los restos del Comandante. Se llevó un pedazo del alma de cada cubano que estuvo presente, de cada lágrima derramada y cada susurro de despedida. Pero también dejó algo atrás: una promesa silenciosa de unidad, de continuar el legado con la misma pasión y coraje.

Aquel día, no solo se despidió a Fidel. Se reafirmó como una comunidad indomable, unida por el amor a su tierra y su historia. Y así, el pueblo tunero encontró consuelo en el abrazo colectivo con la canción que había acompañado aquella ceremonia, sabiendo que, aunque el Comandante ya no estaba, su espíritu viviría en cada rincón de Cuba, en cada acción de su gente, en cada paso hacia un futuro forjado con sacrificio y esperanza.

Fidel, presencia y legado en Las Tunas

Por Nolber López García

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Yoe Hernández González

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