Nueva era Milei

Las redes sociales vuelven a estar candentes con las elecciones presidenciales en Argentina. Hay dos bandos fundamentales, uno aplaudiendo al nuevo mandatario, otro asegurando que vendrán tiempos difíciles. Ninguno logrará entender las razones del opuesto, o simplemente, no quieren, y a ratos se muestran obsesivos, obnubilados, agresivos; desconocen la historia anterior; satanizan a la izquierda, al punto de ver bien a un político que muestra una imagen fascista, que pareciera ser incapaz de dialogar.

Hace unos meses vi por primera vez a Javier Milei, me pareció no solo grotesco, sino alocado; me dio hasta miedo su mirada fría e intensa, sus ojos azules enmarcados entre cejas arqueadas, su risa frenética que mostraba unos dientes pirañosos, pero sobre todo, su postura que me parecía alejada de cómo debe ser un político: nada sosegado, más semejante a un vendedor de mercado popular por sus alaridos y su falta de recato.

Me pregunté entonces cómo alguna persona podía sentir preferencia por su propuesta, que adelantaba cambios estructurales, sobre todo en la economía, y eso no está mal, pero es que no está bien particularizar, sino mirar como a un todo. ¿Cómo puede ser bueno disminuir logros sociales anteriores que afectan a la mayoría? Me refiero al aborto, la educación sexual en las escuelas, aspectos que no solo demuestran su posición demasiado conservadora, sino distante de estos tiempos, pero, además, también niega el calentamiento global y le parece bien la libre posesión de armas, entre otras ideas que no puedo calificar de otro modo que aberrantes.

Sin embargo, rápido me convencí de que sería el elegido. Milei, con todo y su discurso violento, a veces incongruente, no creo que haya sido la propuesta soñada, pero, los argentinos, hastiados, según leo y escucho, de crisis, inflación y promesas, prefieren una alternativa distinta, aunque de no comprobada naturaleza, que suponga un cambio. En este momento no les importa no saber si para bien; simplemente, niegan lo que ya conocen, parecen niños con pataletas que votaron por lo desconocido que promete.

Ahí está el resultado. Milei ganó con marcada diferencia. Y está el país dividido entre rabieta, llanto y euforia: unos creyendo que vuelve la dictadura que acabó con tantas personas en la década de los 70-80, un período negro que, en realidad, no se encuentra tan apartado, sino latente, sangrante en la sociedad argentina, que aún no ha podido concluir ese capítulo de desgracia, injusticia e impunidad en muchos casos. Y están los otros celebrando la democracia, la oportunidad de crecimiento económico al costo que sea.

Hasta ahora, Milei quizás sí cumple con las expectativas de cambio de algunos, al menos superficialmente, al proyectarse vulgar en su manera de comportarse y expresarse —aunque, en realidad, no sé si se refieren a esto. Lo hemos visto hablar sin empatía de su familia, de los propios padres que deberían ser sagrados, de su intimidad, de las mujeres de un modo despectivo, y de una manera enfermiza de muchos aspectos que rozan la inmoralidad y la falta de ética; un Milei despótico, ofensivo, pamplinoso, extremista, imponente.

Recordemos cómo durante la pandemia de COVID-19 se mostró en contra de la vacunación que salvó vidas, ha negado los desaparecidos de la dictadura, así como ha apoyado la venta de órganos humanos, y de niños. De la misma forma, por su carácter brusco, ha tenido diferencias con los medios de comunicación y, por tanto, ha sido denunciado. Es todo un personaje polémico.

Como economista, sus promesas tienen que ver con reformas radicales. Por ejemplo, recortar impuestos y gastos públicos, y por ahí seguro pasará factura a los proyectos sociales; eso es seguro, teniendo en cuenta su aversión al socialismo. Otro asunto del que habló fue de cerrar el Banco Central de Argentina y no solo dolarizar más la sociedad, sino sustituir la moneda local con la estadounidense. Probablemente, muchos crean que esa es la solución para la prosperidad, pero es un tema muy peligroso.

Tan pronto como el próximo diez de diciembre comenzará una nueva era en Argentina, y estaremos expectantes en primera fila evaluando cada movimiento político, discurso y estrategia financiera. Ojalá el cambio prometido no sea para peor, que Milei nos demuestre que la primera impresión no siempre es la válida y que sus votantes no tengan que aguantar cuatro años de sinsabores solo por crecer sus bolsillos.

Tomado de Cuba Si

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