En Gaza: Carnicería sionista prosigue

Ya este domingo 24 de diciembre -Nochebuena para algunos países- los bombardeos destructivos de Israel habían desplazado de sus hogares al 93% de los palestinos confinados en la estrecha y abigarrada Franja de Gaza, a la que pretende ocupar militarmente bajo el pretexto de destruir a la organización guerrillera Hamás por su sorpresivo ataque del 7 de octubre al territorio ocupado por los sionistas.

Suman más de 20 000 los palestinos asesinados por las denominadas Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), de ellos casi el 70 por ciento son niños y mujeres, sin contar los cadáveres cubiertos por los escombros.
Ello, por supuesto, hace aumentar el espíritu de venganza de la población, tenga o no vínculos con Hamás, que aún resiste, a pesar de la fuerza desplegada en su contra por aquellos que años atrás propiciaron su creación para enfrentarla con la Autoridad Nacional Palestina.

Esto es una práctica de la inteligencia de Estados Unidos e Israel, practicada en muchos países, de lo cual comentaremos en otra oportunidad.

Para los palestinos no combatientes y aún vivos, muchos de los cuales son empujados hacia el Desierto de Negev, se crea, repito, un ambiente propicio para la idea de venganza contra Israel. aunque el gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acabe controlando toda la región y sea capaz de neutralizar definitivamente a Hamás.

UN DÍA ANTES

El 6 de octubre del 2023 Israel era la nación más socialmente fracturada del planeta, tras casi un año de manifestaciones masivas contra Netanyahu y su golpe judicial. La crudeza y la determinación de las movilizaciones organizadas para derribar a su gobierno habían galvanizado a más de la mitad del país y se hallaban prácticamente dirigidas por exoficiales de las FDI, del Mossad y del Shabak, junto con las principales empresas de inteligencia artificial y alta tecnología del país, que constituyen la columna vertebral del complejo militar-industrial israelí y son el sostén de las exportaciones de armamento y el principal sector de la economía.

Parecía que la caída de Netanyahu era cuestión de días: su “revolución” judicial se hallaba atascada en el Tribunal Supremo, su popularidad andaba por los suelos y la oleada de protestas no parecía que fueran amainar. En vísperas del último día de la festividad de Sucot, Israel hizo una pausa en las manifestaciones, ya que el Tribunal Supremo estaba a punto de hacer públicos los resultados de sus largas deliberaciones. Los israelíes esperaban que el Tribunal pronunciara un veredicto decisivo y crucial sobre los nueve meses de Netanyahu en el poder. Los dos bandos protagonistas de esta fractura social aguardaban con la respiración contenida un veredicto que, evidentemente, no pondría fin a la protesta fuera cual fuere su contenido.

En los confusos términos utilizados por los medios de comunicación y los académicos israelíes, se trataba de un profundo abismo entre la derecha y la izquierda; en realidad, no era tal cosa. No existe una izquierda socialista en Israel y, en un sentido profundo, nunca la ha habido. La división no versa entre izquierda y derecha, sino entre dos grupos que pugnan por el poder. La llamada izquierda israelí se siente ahora abandonada por la izquierda internacional, “porque, dice, en su vaguedad parece incapaz de darse cuenta de que Israel es la verdadera víctima, que el mundo entero es antisemita, que nadie protege a los judíos del próximo Holocausto y que la izquierda internacional está haciendo imposible la valiente lucha contra la ocupación”.

Tampoco esta izquierda israelí ha formado parte, en ningún sentido real, de ninguna izquierda y mucho menos de esta proyectada “izquierda internacional”, que recuerda al “judaísmo internacional” de los desvaríos antisemitas.

EGIPCIA FUE LA ADVERTENCIA

En ninguno de estos dos bandos, nadie, ni en la cúpula militar ni en la civil, parece haberse preocupado por un ataque lanzado desde Gaza, a pesar de las claras advertencias al respecto de los servicios de seguridad egipcios. Israel estaba tan preocupado e implicado en su propio ombligo político –y tan seguro de su invencibilidad– que se abandonaron todas las precauciones, más confiado que nunca, tras la serie de ataques perpetrados contra Gaza en el 2008-2009, 2012 y 2014.

Poco antes del ataque del 7 de octubre, una gran unidad de las FDI fue transferida de la zona de Gaza Envelop a Cisjordania para proteger determinadas acciones religiosas, demenciales y agresivas, protagonizadas por colonos fascistas en medio de ciudades palestinas sometidas y acosadas como Huwarra, donde la realización de pogromos llevados a cabo por colonos israelíes se ha convertido en la norma.

Luego, de la noche a la mañana, Israel se reorientó hacia una posición de guerra y los dos bandos enfrentados en el seno de la sociedad israelí se pusieron de acuerdo para apoyar el ataque genocida contra Gaza, bajo la rúbrica de “eliminar a Hamás de la faz de la Tierra”. En realidad, se trata de una limpieza étnica y de un asesinato genocida combinados: la continuación de la Nakba largamente preparada por las FDI.

RESPUESTA A LA IMPUNIDAD

Más confiado que nunca, Israel gozaba de total impunidad antes del 7 de octubre, habiéndose convertido entretanto en un Estado más extremo, especialmente durante este 2023, cuando el nuevo gobierno de Netanyahu, alentado por los Acuerdos de Abraham, dotó de mayor coherencia y madurez al proyecto sionista, intensificando el plan de despojar a los palestinos del 10% de Palestina que aún estaba bajo su control (parcial) en Cisjordania. Parecía el momento oportuno para acelerar el proceso de expulsiones sin peligro de políticas árabes hostiles, ya que Palestina se hallaba totalmente aislada y carecía de amigos. El gobierno israelí desplegó a los colonos a modo de látigo contra los palestinos: terror, pogromos, detenciones, expulsión de comunidades enteras por medios violentos, desarraigo de un número cada vez mayor.

Al mismo tiempo, Netanyahu, incitado por la extrema derecha, vio que se abría una ventana de oportunidad y utilizó su poder para cambiar totalmente la naturaleza de la democracia exclusivamente judía de Israel, mediante la realización de reformas judiciales sin precedentes. Ahora disfruta de poderes superiores a los de cualquier líder del mundo desarrollado, un dictador en todo menos en el nombre.

Una fuerte oposición se levantó contra él en respuesta a las reformas, pero eso no le preocupó: había cambiado tanto el entorno jurídico que estaría a salvo de enfrentarse a acusaciones de corrupción ante los tribunales. Parecía que nada podía detener su avance. Netanyahu y sus generales de las FDI creían que eran intocables, que los palestinos no podrían enfrentarse al poderío combinado de las FDI, que es el mayor ejército del Cercano Oriente, dada su superioridad tecnológica y el transcurso de casi seis décadas de experiencia perfeccionando su posición de ventaja sobre una nación desorganizada, pobre y abandonada, carente además de ejército y de armas pesadas.

En fin, las FDI se mostraron el 7 de octubre incapaces de proteger a los israelíes del ataque de Hamás: el denominado Estado judío demostró ser el único en el que la vida judía corre peligro de muerte.

Tomado de Cuba Si

(Visitado 27 veces, 1 visitas hoy)

Portal Cubasí

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *