Emocionantes jornadas acontecieron este fin de semana en varias provincias del país, cuando en sus pueblos recibieron a los profesionales de la Salud del contingente Henry Reeve que combatieron la covid-19 en Lombardía, Italia.
Cuba, que había reservado durante varias semanas el abrazo a sus héroes de batas blancas, les dio una cálida bienvenida en sus barrios y comunidades.
Una experiencia inolvidable
De inolvidable calificó el neumólogo Ronniel Montejo Aldana la experiencia vivida en Lombardía.
Fue muy reconfortante, alentador en todos los ámbitos, algo que estará en nuestra conciencia por mucho tiempo, admitió el joven galeno, trabajador del hospital militar Mario Muñoz Monroy, de Matanzas.
Durante el recibimiento que le tributaron en la sede del Gobierno Provincial y, muy especialmente, en el barrio, en el consejo popular de Guanábana, Montejo Aldana se mostró feliz por haber infundido un soplo de vida a personas necesitadas que recabaron la ayuda de los médicos cubanos.
Contó disímiles anécdotas que ilustran la épica lucha para frenar la letal epidemia en aquel país, donde hoy todos agradecen la solidaridad de una pequeña nación como Cuba, bloqueada por el gobierno de Estados Unidos.
Ellos son en extremo afectuosos cuando hablan de los cubanos y de su altruismo, comentó el galeno matancero, tras enfatizar que trabajaron muy duro y tuvieron siempre el apoyo y agradecimiento de los pobladores.
A Maikel Manuel Hernández Hernández, el otro médico matancero que ofreció sus servicios en la región italiana, también se le hizo un emotivo recibimiento organizado para honrarle en su pueblo natal, en Calimete.
Conmovidos por la gratitud hacia la medicina cubana y la fuerza moral y ética de sus profesionales, no costó trabajo ver a más de un vecino en el barrio incapaz de detener las lágrimas. Decenas de ellos extendieron los brazos para abrazarlo en señal de cariño y respeto.
A la orden de la vida
La disposición a marchar de nuevo a cualquier lugar del planeta que necesite la colaboración médica cubana, fue ratificada en Santa Clara por los tres enfermeros villaclareños que enfrentaron a la pandemia del nuevo coronavirus en Lombardía, Italia, recibidos este sábado por Yudí Rodríguez Hernández, presidenta del Consejo de Defensa Provincial.
Antes de continuar rumbo a sus municipios de origen, Carlos Armando García Hernández, Carlos Caride Lam y Lázaro Osvel Guerra Gómez, sostuvieron un breve intercambio con la dirección del Partido y del Gobierno en Villa Clara, a quienes expresaron su disposición para asumir cualquier encomienda de Cuba y su Revolución.
«Estamos a la orden para cumplir la misión que se nos asigne», dijo el licenciado García Hernández, en nombre de los tres, una posición que está en correspondencia con los principios y valores que caracterizan a la medicina cubana.
Al darles la bienvenida, la presidenta del Consejo de Defensa Provincial reconoció el heroísmo de los especialistas, a quienes calificó como dignos herederos del legado de Fidel y del Che, dos paladines del internacionalismo y la solidaridad que caracterizan a la Revolución cubana, por cuya razón les entregó una estatuilla del Guerrillero Heroico.
Al corresponder el gesto, Carlos Caride agradeció al pueblo de Cuba y a todos los colegas que supieron cuidar de la familia y el país durante su ausencia, a la vez que resaltó la esencia humanista del Contingente Henry Reeve, una idea de Fidel que en el actual contexto ya ha llegado a 28 naciones afectadas por la pandemia: «Nosotros llevamos salud y vida, donde otros llevan armas químicas y muerte».
Al respecto, el manicaragüense Lázaro Guerra dijo emocionado: «Nunca vamos a defraudar el legado de nuestro Comandante en Jefe, creador de este ejército de batas blancas».
La dignidad de Yankiel, William y Luis
Quiso la casualidad que este 20 de junio, día de la Dignidad Avileña, llegaran a su patria chica los tres galenos integrantes del contingente Henry Reeve que cumplieron la misión de salvar vidas en Lombardía.
Si difícil fue la llegada para Yankiel Ramírez Portal, William Alonso Valdés y Luis Ángel Sánchez Rodríguez, por el tiempo de separación de los suyos y de su patria, por «no poder abrazarlos a todos ahora mismo», más lo fue el arribo al país europeo. Y de eso habló Yankiel ante el pueblo, gente del barrio y autoridades que lo esperaban a su llegada a la ciudad de Ciego de Ávila. «Cuídense, que quien no haya vivido la experiencia, no conoce el verdadero rostro de la pandemia».
Y con el «nos» en primera instancia, ese plural de modestia que engrandece, rememoró que llegaron en un momento decisivo para aquella nación, cuando enfermaban 900 pacientes cada día y morían 2 000. «Las calles desoladas, sin nadie que las caminara. Lo único que se sentía era el sonido de las ambulancias, la policía, buscando pacientes enfermos y llevándolos al hospital mayor de Crema, que tenía el cuerpo de guardia totalmente colapsado, porque muchos médicos habían enfermado y otros habían muerto.
«Fuimos a cumplir y aquí estamos, con el orgullo más alto que las palmas. No olviden que nuestro Comandante en Jefe Fidel nos describió como el ejército que iría a cualquier rincón del mundo a llevar la salud y a salvar vidas, no a matar.
«Fue lindo tocar tierra cubana, sanos y salvos. El recibimiento desde que bajamos del avión, en La Habana. Las muestras de cariño del pueblo, después de tres meses sin abrazar a alguien. Solo ir al trabajo y regresar, sin tener contacto ni con los propios compañeros para no violar los protocolos. Llegar aquí y no poderlos abrazar a todos, caballero, es difícil para mí, pero los exhorto a que sigan con el distanciamiento social y el cumplimiento de las medidas higiénicas», expresó emocionado este digno galeno avileño.
Un cálido aplauso en el balcón del oriente
En medio de un cálido aplauso, llegó a su hogar, en la ciudad de Las Tunas, Eduardo Brito Pérez, licenciado en Enfermería y especialista en Cuidados Intensivos.
«No lo dudé ni un minuto cuando me convocaron. Desde el primer instante estuve dispuesto a cumplir esta misión». Así compartió con sus familiares y vecinos el profesional de la salud, quien varias veces ha sido llevado por su
vocación internacionalista a otras regiones del mundo, como miembro de la Brigada Henry Reeve, incluido el continente africano para enfrentar el ébola.
Veintitrés años avalan una historia de solidaridad entre Las Tunas y Lombardía. En 1997, se firmó el hermanamiento entre esta oriental provincia y el coordinamiento en esa región de la Asociación de amistad Italia-Cuba. En 1998 llegó hasta aquí la primera brigada de trabajo voluntario, integrada por hermanos italianos, y desde entonces nunca ha faltado su apoyo en cada una de las batallas ideológicas libradas por nuestro pueblo.
Esa historia vibró muy fuerte durante su estancia en Lombardía. Aunque todos lo llaman héroe, Eduardo siente que ese era su deber y por lo tanto, no había para él otro camino. «Un hombre debe estar allí donde es más útil, donde el deber lo llama. Por eso yo hoy siento orgullo de poder decir que volví a mi patria con la misión cumplida. Estoy muy agradecido de las muestras de cariño de ambos pueblos, pero sobre todo del nuestro. Agradecido también a nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, por su preocupación y por sus palabras para nosotros».
Lágrimas de orgullo, de amor, de cubanía, fueron derramadas en el recibimiento a este humilde héroe. Reconocimientos de la Dirección Provincial de Salud, los cdr, su sindicato y su centro de trabajo, avalan el sentir de los agradecidos que, durante dos meses, lo aplaudieron cada noche y seguirán haciéndolo, por los que como él, también han dicho presentes al llamado del deber dentro y fuera de Cuba.
De regreso en Guantánamo, un vencedor de la muerte
A las 6 y 46 minutos de la mañana, frente a su hogar en esta ciudad, el héroe descendió del vehículo. Y tras rozar sus nudillos con los de los vecinos y autoridades que acudieron a recibirlo, escuchó que alguien lo llamó «padre».
«Lo recibimos con todo el amor y la gratitud de hijos orgullosos», le dijo Rafael Pérez, primer secretario del Partido en Guantánamo, a Leonardo Fernández, el mayor entre los 52 profesionales cubanos de la salud que expusieron sus vidas para salvar las de cientos en la región italiana de Lombardía. Leonardo agradeció las muestras de gratitud, «pero el héroe –afirmó– es el pueblo del que formamos parte, el que cierra filas para controlar la pandemia, lidereado por un gobierno y un sistema de salud ejemplares.
«En Lombardía hicimos lo que sabemos hacer: llevar nuestra medicina humanista y revolucionaria», confesó el galeno. Habló de la satisfacción por los cientos de vidas salvadas y las sonrisas devueltas. Y también del dolor y la tristeza, «porque hubo colegas y enfermeras italianos a los que vimos morir sin que pudiéramos evitarlo, y eso es muy duro».
El médico intensivista Leonardo Fernández tiene 69 años de edad; acumula más de 40 de servicio profesional, y ocho misiones internacionalistas en condiciones de riesgo, «pero estoy listo para la próxima batalla, en el momento y lugar donde haya que salvar vidas».